Esa noche hacía frío, mucho frío.
Metí la llave en la cerradura mientras veía mi aliento dibujando nubes en el aire. Clic. Abrí la puerta. Dentro estaba oscuro como afuera pero no me hacía falta la luz para nada, había estudiado cada centímetro de esa casa. Recorrí el pequeño pasillo, subí las escaleras despacio, sin hacer el menor ruido. No quería despertarla. Llegué a su habitación. La puerta estaba abierta, como siempre. Dormía de espaldas a la ventana; de cara a la puerta, a mí. Su cabello rubio platino descansaba sobre la almohada y me sentí tentado de tocarlo. Lo hice, con suavidad para que no se diese cuenta que yo estaba allí. Sonreí y saqué el arma.
Puse la pistola en su cabeza.
Abrió los ojos mirándome directamente.
-Dispara -dijo.
Clic.
Y sentí frío, mucho frío.
sábado, 17 de septiembre de 2016
jueves, 1 de septiembre de 2016
Su última sonrisa.
Llevaba mucho tiempo observándola. Cada noche, a las 23:30, salía al balcón, ponía una canción triste que duraba dos minutos y dieciséis segundos y la escuchaba una y otra vez, llorando, mientras fumaba un cigarro y bebía una copa de vino. Y cada día, a la misma hora, yo me asomaba a la ventana para mirarla. ¿Por qué? Bueno, podría decir que porque no tenía nada mejor que hacer pero en realidad me hacía sentir especial, como si tuviese una cita aunque ella no lo supiera...
Esa noche fue distinta. Salió a las 23:30 y puso la canción pero no fumó, no lloró y no llevaba una copa en la mano sino una botella. Se quedó mirando al cielo mientras la bebía. Cuando terminó, observó lentamente todo a su alrededor y en el momento en que se encontró con mi mirada, sonrió y se tiró al otro lado de la valla haciendo soñar la alarma de un coche al caer sobre él.
Esa noche fue distinta. Salió a las 23:30 y puso la canción pero no fumó, no lloró y no llevaba una copa en la mano sino una botella. Se quedó mirando al cielo mientras la bebía. Cuando terminó, observó lentamente todo a su alrededor y en el momento en que se encontró con mi mirada, sonrió y se tiró al otro lado de la valla haciendo soñar la alarma de un coche al caer sobre él.
sábado, 27 de agosto de 2016
Invierno, otra vez.
Es un vacío que pesa, que oprime, que ahoga. Un vacío que inunda el corazón y la vida. Un vacío infinito que llega a todos los rincones de mi ser, que me hace sentir rota, ausente, muerta. Mientras todos viven, yo no; yo sobrevivo. Yo afronto cada día con dificultad y tedio; uno tras otro, siempre lo mismo, siempre la misma sensación. Me despierto y, arrepentida de no haber dejado de respirar durante la noche, me levanto; transcurre el día con lentitud y vuelvo a dormir. Me despierto de nuevo y otra vez igual... Necesito algo en mi vida que me haga sentir que soy alguien, que no soy tan solo un cuerpo que vaga entre sueño y sueño, sin esperanzas. Necesito algo que me haga sentir... viva. Algo que me diga quién soy, por qué sigo aquí, por qué no he muerto si es lo que debería hacer. Me siento vacía otra vez y tengo miedo de vaciarme del todo. ¿Qué pasará cuando ya no sienta nada? Son todos tan importantes e imprescindibles que me hacen sentir algo pequeño, algo invisible, algo completamente inerte. Inútil, definitivamente inútil. Sé que mi presencia les molesta, les incomoda. Y por eso me gusta el invierno, porque al menos el frío me obliga a sentir algo.
Era por la mañana.
Era por la mañana. Yo estaba buscando una novela en los pasillos de la biblioteca cuando, al girar en la esquina, choqué con una chica. Se me cayeron los libros que llevaba en las manos y ella se agachó para ayudarme a recogerlos.
-"El banquete"... -me dijo leyendo el título de uno- ¿Te gusta Platón?
-Bueno, eh... Estoy empezando a leerle ahora, pero sí.
-A mí también me gusta. Oye, ¿te apetece tomar un café conmigo aquí abajo?
Dudé unos segundos pero finalmente accedí y decidí aplazar la novela para otro día. Estuvimos hablando sobre filosofía y libros que las dos habíamos leído. El café nos llevó a ir a comer y de ahí fuimos a pasar la tarde juntas. Teníamos tantas cosas en común... Creí que había encontrado a mi alma gemela. No pasé por mi apartamento en todo el día. Por la noche, quisimos ir a bailar y terminamos en mi cama. Al día siguiente, desperté y ella ya no estaba. Me dejó una nota con una sola palabra. Ni teléfono, ni correo, ni una cita para otro día... Simplemente desapareció y no volví a verla nunca.
-"El banquete"... -me dijo leyendo el título de uno- ¿Te gusta Platón?
-Bueno, eh... Estoy empezando a leerle ahora, pero sí.
-A mí también me gusta. Oye, ¿te apetece tomar un café conmigo aquí abajo?
Dudé unos segundos pero finalmente accedí y decidí aplazar la novela para otro día. Estuvimos hablando sobre filosofía y libros que las dos habíamos leído. El café nos llevó a ir a comer y de ahí fuimos a pasar la tarde juntas. Teníamos tantas cosas en común... Creí que había encontrado a mi alma gemela. No pasé por mi apartamento en todo el día. Por la noche, quisimos ir a bailar y terminamos en mi cama. Al día siguiente, desperté y ella ya no estaba. Me dejó una nota con una sola palabra. Ni teléfono, ni correo, ni una cita para otro día... Simplemente desapareció y no volví a verla nunca.
Me gustas.
-¿Qué te pasa?
-Nada.
-Estás triste -afirmó él.
-Ya lo sé.
-¿Por qué?
-No lo entenderías... -susurré.
-No lo has intentado.
-Estoy enamorada. Eso me pasa.
-¿De quién?
-No puedo decírtelo.
-Sí puedes.
-Bueno, no quiero.
-Vale. Y ¿por qué no le dices a él lo que sientes?
-Porque somos amigos y no quiero echar a perder nuestra amistad. Además, nunca conseguiré gustarle...
-¿Por qué? -preguntó de nuevo.
-Mírame.
-A mí me gustas.
Me quedé unos segundos en silencio, mirándole.
-¿Es una broma?
-No.
-Pues lo parece.
-No lo es. Me gustas.
No podía articular palabra. No podía respirar. No podía dejar de mirar sus ojos. Y entonces me besó, y me sentí la chica más feliz del mundo.
-Nada.
-Estás triste -afirmó él.
-Ya lo sé.
-¿Por qué?
-No lo entenderías... -susurré.
-No lo has intentado.
-Estoy enamorada. Eso me pasa.
-¿De quién?
-No puedo decírtelo.
-Sí puedes.
-Bueno, no quiero.
-Vale. Y ¿por qué no le dices a él lo que sientes?
-Porque somos amigos y no quiero echar a perder nuestra amistad. Además, nunca conseguiré gustarle...
-¿Por qué? -preguntó de nuevo.
-Mírame.
-A mí me gustas.
Me quedé unos segundos en silencio, mirándole.
-¿Es una broma?
-No.
-Pues lo parece.
-No lo es. Me gustas.
No podía articular palabra. No podía respirar. No podía dejar de mirar sus ojos. Y entonces me besó, y me sentí la chica más feliz del mundo.
domingo, 14 de agosto de 2016
No soy él.
Con el pelo alborotado por el viento y una sonrisa preciosa en el rostro, corres hacía mí y me abrazas, como hacen las ramitas de los árboles desnudos. Me dices que me has echado de menos y me propones tomar un café. Luego, me pides que te cuente cómo me ha ido la vida en este tiempo, te cuento algunas anécdotas divertidas y destrozas mi corazón cada vez que te ríes... Porque en realidad no estás hablando conmigo sino con él. Porque él es quien te hará feliz, y no yo. Porque nunca conseguiré ocupar su lugar. Porque, por mucho que lo intente, siempre seré una insignificante parte del público. Porque ni siquiera soy capaz de decirte lo que siento...
Desastre.
Un lunes, me desperté tarde y salí a prisas. Cuando abrí la puerta, vi una gota de agua caer en mi abrigo; llovía y no había cogido paraguas. Ya no me daba tiempo a volver así que fui corriendo al instituto. Al salir de clase, seis horas después, seguía lloviendo. De camino a casa, oí una voz grave a mi lado.
-Hola. Llueve mucho para que vayas sin paraguas -dijo cubriéndome con el suyo.
-¿Te conozco?
-No. Pero yo a ti sí.
-¿Cómo? -pregunté.
-Todos los días a esta misma hora voy por esa calle -contestó señalando a nuestra derecha- y te veo pasar. Oí a tus amigas llamarte Jokarusa.
-¿Sabes que esto es un poco raro, verdad?
-Yo soy raro.
-¿Por qué?
-Si comes conmigo mañana, te lo cuento.
-No sé... Podrías ser un psicópata.
-Tú también -los dos sonreímos.
-Está bien -me producía demasiada curiosidad-. Me dirás tu nombre al menos, ¿o no?
-Bueno, yo sé el tuyo así que sería lo más justo... Pero nadie me llama por mi nombre.
-¿Por qué? -pregunté otra vez.
-Te contaré eso también mañana. De momento puedes llamarme Dhes.
Fuimos a comer a una pizzería y me contó algunas cosas, como el origen de su apodo.
-Mis padres, mis profesores e incluso mis amigos me decían que era un "desastre" y de esa palabra viene Dhes.
Pero me dijo demasiado poco para todo lo que yo quería saber de él; hablamos más de mí, por desgracia. Le conté dónde estudiaba, de qué me gustaría trabajar, le hablé de mi familia y amigos y hasta de mis exnovios. Él tenía dos años más que yo, era cantante y tocaba el bajo con unos colegas en una banda de rock. Todas las tardes iba a ver tocar al grupo después de las clases. Dhes y yo fuimos conociéndonos y unos meses después empezamos a salir. Cuando yo tenía 21 años, me quedé embarazada de una niña preciosa. Ver a Dhes cogiendo a Lizzy en brazos después del parto me hizo inmensamente feliz. Un día, cuando volvía en coche de dar un concierto, un camión chocó contra él. No sobrevivió. Para entonces, Lizzy tenía 16 años. No pudo soportar la muerte de su padre y se suicidó unos días después del funeral. Las dos personas que más quería en el mundo habían fallecido, y por ese motivo me di al alcohol. Mi madre fue la que me convenció para venir aquí. Gracias a todos por escucharme.
-Gracias a ti por compartir tu historia con nosotros, Jokarusa -dijo el organizador de las reuniones de Alcohólicos Anónimos.
-Hola. Llueve mucho para que vayas sin paraguas -dijo cubriéndome con el suyo.
-¿Te conozco?
-No. Pero yo a ti sí.
-¿Cómo? -pregunté.
-Todos los días a esta misma hora voy por esa calle -contestó señalando a nuestra derecha- y te veo pasar. Oí a tus amigas llamarte Jokarusa.
-¿Sabes que esto es un poco raro, verdad?
-Yo soy raro.
-¿Por qué?
-Si comes conmigo mañana, te lo cuento.
-No sé... Podrías ser un psicópata.
-Tú también -los dos sonreímos.
-Está bien -me producía demasiada curiosidad-. Me dirás tu nombre al menos, ¿o no?
-Bueno, yo sé el tuyo así que sería lo más justo... Pero nadie me llama por mi nombre.
-¿Por qué? -pregunté otra vez.
-Te contaré eso también mañana. De momento puedes llamarme Dhes.
Fuimos a comer a una pizzería y me contó algunas cosas, como el origen de su apodo.
-Mis padres, mis profesores e incluso mis amigos me decían que era un "desastre" y de esa palabra viene Dhes.
Pero me dijo demasiado poco para todo lo que yo quería saber de él; hablamos más de mí, por desgracia. Le conté dónde estudiaba, de qué me gustaría trabajar, le hablé de mi familia y amigos y hasta de mis exnovios. Él tenía dos años más que yo, era cantante y tocaba el bajo con unos colegas en una banda de rock. Todas las tardes iba a ver tocar al grupo después de las clases. Dhes y yo fuimos conociéndonos y unos meses después empezamos a salir. Cuando yo tenía 21 años, me quedé embarazada de una niña preciosa. Ver a Dhes cogiendo a Lizzy en brazos después del parto me hizo inmensamente feliz. Un día, cuando volvía en coche de dar un concierto, un camión chocó contra él. No sobrevivió. Para entonces, Lizzy tenía 16 años. No pudo soportar la muerte de su padre y se suicidó unos días después del funeral. Las dos personas que más quería en el mundo habían fallecido, y por ese motivo me di al alcohol. Mi madre fue la que me convenció para venir aquí. Gracias a todos por escucharme.
-Gracias a ti por compartir tu historia con nosotros, Jokarusa -dijo el organizador de las reuniones de Alcohólicos Anónimos.
jueves, 21 de julio de 2016
Misterio.
-A veces pienso que deberías sonreír más pero luego me doy cuenta de que tu seriedad es una de las cosas que te hacen tan misterioso y que tanto me atraen. Si no fuese por esa nube de incertidumbre que te rodea, nunca me habría fijado en ti.
-¿Me estás llamando feo?
Estallé en carcajadas y él me miró con la expresión confundida.
-No, te estoy diciendo que me encantas. ¿Sabes? Creo que nunca llegaré a saberlo todo de ti.
-¿Y te parece mal?
-Sinceramente, me gusta porque así nunca dejarás de sorprenderme.
Siguió mirando el mar, en silencio, sentado junto a mí al borde del acantilado y por fin contestó:
-Yo creo que no soy tan misterioso.
-Oh, ¿me hablas en serio? Hay gente que daría lo que fuera por saber a dónde vas por la tarde o qué música escuchas o cuándo es tu cumpleaños...
-No lo creo. ¿A quién va a interesarle eso?
-A más personas de las que imaginas. La verdad es que yo tengo mucha suerte.
Me miró confundido otra vez. Como siempre, no entendía lo que decía.
-Yo sé todo eso y más -aclaré-. No encajas en ningún sitio, sólo aquí, observando el reflejo de la luna conmigo en un paisaje tan oscuro y sombrío como tú. Eres frío y distante con todos y la mayoría se pregunta por qué... Eres tan diferente, tan único... -dije mientras caminaba por el bordillo, justo al límite.
Con la mínima ráfaga de viento podría caerme... Se levantó de repente, a lo mejor sin pensarlo, me pasó un brazo alrededor de la cintura y me besó, dejándome de espaldas al vacío, volando... Pero sabía que era imposible que me cayese porque él estaba sujetándome y no había nada más seguro que sus brazos. No había nada mejor que él y su misterio.
-¿Me estás llamando feo?
Estallé en carcajadas y él me miró con la expresión confundida.
-No, te estoy diciendo que me encantas. ¿Sabes? Creo que nunca llegaré a saberlo todo de ti.
-¿Y te parece mal?
-Sinceramente, me gusta porque así nunca dejarás de sorprenderme.
Siguió mirando el mar, en silencio, sentado junto a mí al borde del acantilado y por fin contestó:
-Yo creo que no soy tan misterioso.
-Oh, ¿me hablas en serio? Hay gente que daría lo que fuera por saber a dónde vas por la tarde o qué música escuchas o cuándo es tu cumpleaños...
-No lo creo. ¿A quién va a interesarle eso?
-A más personas de las que imaginas. La verdad es que yo tengo mucha suerte.
Me miró confundido otra vez. Como siempre, no entendía lo que decía.
-Yo sé todo eso y más -aclaré-. No encajas en ningún sitio, sólo aquí, observando el reflejo de la luna conmigo en un paisaje tan oscuro y sombrío como tú. Eres frío y distante con todos y la mayoría se pregunta por qué... Eres tan diferente, tan único... -dije mientras caminaba por el bordillo, justo al límite.
Con la mínima ráfaga de viento podría caerme... Se levantó de repente, a lo mejor sin pensarlo, me pasó un brazo alrededor de la cintura y me besó, dejándome de espaldas al vacío, volando... Pero sabía que era imposible que me cayese porque él estaba sujetándome y no había nada más seguro que sus brazos. No había nada mejor que él y su misterio.
Quererte.
Empecé a quererte hace mucho sin saber lo que conllevaba que alguien como yo se enamorase de alguien como tú. Pasé contigo los mejores momentos de mi vida y en poco tiempo te convertiste en alguien imprescindible... No sabía que quererte suponía depender de tu amor y tu atención, no poder vivir sin ti, necesitarte a mi lado a cada momento. No sabía que ibas a destrozarme de esta manera, no sabía o no quería saber; pero lo hiciste, te di mi corazón y tú te lo llevaste, y con él la posibilidad de enamorarme otra vez. Me pregunto para qué lo querías... Quizá, después de todo, sólo eras un coleccionista de corazones rotos.
Domingo.
Hoy es domingo y se nota. Estoy escuchando música antigua pero una moto distorsiona el sonido. La calle huele a humedad y el suelo está mojado: ha llovido. Una pareja está cruzando la calle ahora; ambos son morenos, él lleva gafas, va vestido de gris y es más alto que ella, ella lleva un abrigo granate y un bolso blando. Él pasa su brazo por el hombro de ella y yo me pregunto por qué. Ya se han ido. Un coche rojo pasa por la carretera y me obliga a mirarle. Yo lo veo todo desde un lugar lejano, desde arriba, desde mi torre, ajena al mundo. No hace frío aquí pero abajo sí. Y un perro ladra.
El hotel a mi izquierda está iluminado por la luz blanca que recorta sobre él la silueta de los árboles, y me llama. En la puerta de ese hotel me habló un hombre estadounidense una vez y me puse tan nerviosa que se me olvidó todo el inglés que sabía. Él intentaba el español y finalmente nos entendimos: quería saber si podía lavarse en el hotel. Creo que había estado viajando durante mucho tiempo y no sabía muy bien dónde estaba o quizá no tenía dónde alojarse. Probablemente esa noche dormiría en su coche y reemprendería el viaje por la mañana.
He abierto la ventana para ver si estaba ahí, para recordarte, para llorar, para salir de aquí. No sé para qué. "¿Crees en el amor?" dice lo que estoy oyendo ahora mismo. "No te necesito" repite una y otra vez. Yo creo en el amor y te necesito. No me gusta esta canción pero, no sé por qué, me sé toda la letra. Me duelen las muñecas, tengo las manos frías y las uñas violáceas; debería dejar de mordérmelas pero lo estoy haciendo ahora mismo. Estoy sangrando y me gusta ese sabor metálico que tiene la sangre.
Hay una botella de vino en el estante de arriba. Es curioso el vino. No me gusta su sabor pero a pesar de eso, me parece elegante y sofisticado. El vino tiene tantas peculiaridades como la canción anterior. Mirar a los libros me produce seguridad, intriga, nostalgia y algo así como calor familiar. Son mis amigos desde hace tanto tiempo que al verlos me siento en paz, en casa, en mi hogar.
Estoy pensando en escribir sobre un cincuentón que escucha blues suave y bebe whisky caro sentado en un sillón de piel frente a una mesa de cristal en un salón con luz tenue y muebles de madera a su alrededor, algunos apoyados sobre la pared lisa de color beige.
Me he asomado otra vez a la ventana y de repente quiero llorar, pero no me quedan lágrimas. La luz de esta lámpara me molesta y acabo de recordar que a ti también te hacía daño, que te quitaste las gafas, te frotaste los ojos y me pediste que la apagase.
Hay una gota de pintura azul en el espejo; no sé cómo ha llegado ahí, quizás al abrir el bote nuevo. Otra canción: "Míralo arder", grita esta. El vaho que dibuja formas en el cristal cuando susurro se cree divertido hoy. A veces miro al edificio que se alza frente a mi casa, observo a la gente y me imagino sus vidas. Hay una adolescente sujetando a un perro mediano marrón entre sus brazos. Me pregunto cuándo lo habrá adquirido: ¿quizá en navidad?, ¿por su cumpleaños? Ha soltado al animal y está escribiendo en el ordenador. Estará chateando con su mejor amiga sobre la dificultad del examen de mañana. Ha apagado la luz y se ha ido. En este momento, odio la luz. Necesito música alta y oscuridad para escapar de aquí. Es demasiado bonito... "Perdida en la oscuridad" canta esta otra. Yo me hallo en la oscuridad y la canción dice lo contrario: la vida ha decidido hacer chistes conmigo. Y yo no sé para qué he abierto la ventana.
Yo le maté.
Mientras el vapor de la olla inundaba la sala, le dije:
-Tú me has obligado a hacer esto.
No contestó, obviamente, porque estaba muerto. Lavé el cuchillo ensangrentado y lo guardé de nuevo en el cajón. Le maté porque no dejaba de repetir "mamá, mamá, mamá" y de tirarme del delantal.
Ya no volverá a molestarme mientras cocino.
-Tú me has obligado a hacer esto.
No contestó, obviamente, porque estaba muerto. Lavé el cuchillo ensangrentado y lo guardé de nuevo en el cajón. Le maté porque no dejaba de repetir "mamá, mamá, mamá" y de tirarme del delantal.
Ya no volverá a molestarme mientras cocino.
sábado, 9 de julio de 2016
Casi yo.
Siéntate ahí y haz como que no pasa nada, después de todo, lo haces cada mañana; si lo ves absurdo, no lo pienses, aprende a callar y a tener vacía la mirada; ocúltalo todo pero sé raro en vez de misterioso. Cuando veas que ya no queda nadie, cuando la soledad te pese en el alma, cuando venga alguien y te abrace y no sientas absolutamente nada, cuando los días sean siempre grises y te hayas acostumbrado a ello, enhorabuena, ya te pareces un poquito más a mí.
Haz una locura y nuevos amigos, que la gente te conozca, lucha por algo, lo que sea, aunque no te apetezca; olvida los secretos, di que todo es genial, perfecto, y vuelve poco a poco a ser lo de antes. Ahora, en el camino, mientras no eres un lado ni el otro, te falta un amor invisible por el que llorar. Entonces serás casi yo.
Haz una locura y nuevos amigos, que la gente te conozca, lucha por algo, lo que sea, aunque no te apetezca; olvida los secretos, di que todo es genial, perfecto, y vuelve poco a poco a ser lo de antes. Ahora, en el camino, mientras no eres un lado ni el otro, te falta un amor invisible por el que llorar. Entonces serás casi yo.
El marco de la pintura.
-Cuando observas un cuadro, ¿en qué te fijas?
-En la pintura ciertamente -responde.
-¿Qué te dice?
-Puede contarme lo que pensaba el autor en ese momento, lo que temía, lo que deseaba...
-Y ¿qué te hace sentir? -pregunto.
-Es posible que lo mismo que sentía el autor.
-Entonces, me dices que al observar un cuadro, ves una pintura que te hace compartir un sentimiento determinado con quien lo creó.
>>La pintura son las almas hermosas de este mundo.
La pintura es tan grande que te llama, te exige, te hace verla como a una divinidad y eclipsa eso que nadie ve... ¿No es cierto que el marco de la pintura forma parte del cuadro? El marco rodea la pintura, las almas hermosas, pero no te llama ni te exige y por eso es tan difícil contemplarlo y ver cuán lindo es. Pasa desapercibido para la gran mayoría, pero yo... Yo veo el marco antes que la pintura, yo encuentro la belleza que no ven el resto de mortales, yo veo la autenticidad del marco y las mentiras de la pintura. El marco eres tú, y a ti te veo porque eres distinto de la pintura. Tú eres la belleza que nadie puede ver.
-En la pintura ciertamente -responde.
-¿Qué te dice?
-Puede contarme lo que pensaba el autor en ese momento, lo que temía, lo que deseaba...
-Y ¿qué te hace sentir? -pregunto.
-Es posible que lo mismo que sentía el autor.
-Entonces, me dices que al observar un cuadro, ves una pintura que te hace compartir un sentimiento determinado con quien lo creó.
>>La pintura son las almas hermosas de este mundo.
La pintura es tan grande que te llama, te exige, te hace verla como a una divinidad y eclipsa eso que nadie ve... ¿No es cierto que el marco de la pintura forma parte del cuadro? El marco rodea la pintura, las almas hermosas, pero no te llama ni te exige y por eso es tan difícil contemplarlo y ver cuán lindo es. Pasa desapercibido para la gran mayoría, pero yo... Yo veo el marco antes que la pintura, yo encuentro la belleza que no ven el resto de mortales, yo veo la autenticidad del marco y las mentiras de la pintura. El marco eres tú, y a ti te veo porque eres distinto de la pintura. Tú eres la belleza que nadie puede ver.
domingo, 26 de junio de 2016
No volvimos a jugar a eso nunca.
Era un lunes frío de enero, a las 10:30 de la mañana. Estaba en clase, escuchando un sermón sobre literatura cuando el aburrimiento me invitó a mirar por la ventana y descubrí que en uno de los apartamentos del edificio de al lado un hombre y una mujer discutían acaloradamente.
-Bárbara, eh , mira... -susurré a mi compañera de mesa.
-¿Qué pasa?
Señalé la ventana y ella lo vio. Bárbara y yo teníamos un juego para las clases más aburridas. Siempre nos sentábamos junto a la ventana y buscábamos gente hablando en sus casa o en la calle; entonces, inventábamos sus vidas y lo que estaban diciendo en ese momento.
-Seguro que discuten porque ella tiene un amante y él lo ha descubierto.
-Yo creo que el infiel es él... Carlos.
-Y ella... Amanda, ha leído un mensaje en su móvil -aseguré.
Amanda se sentó en una silla y empezó a llorar. Entonces vimos cómo él la golpeaba en la cara y ahogamos un grito.
-¡Bárbara, Jokarusa! -dijo la profesora- ¿Qué os pasa? ¿Tenéis algo que compartir con el resto de la clase?
-Negamos con la cabeza y seguimos mirando disimuladamente a la pareja. Amanda estaba de pie ahora, Carlos estaba cogiéndola del pelo y vociferando.
-Pobrecita... -murmuró mi amiga.
Él por fin la soltó y Amanda corrió; al instante, Carlos fue tras ella. Unos segundos después, Amanda volvió a nuestro campo visual caminando hacia atrás, aterrorizada y con un cuchillo enorme en la mano. El hombre le dio un gran puñetazo en el estómago y le arrebató el arma. Gritó algo y después la tiró al suelo. Comenzó a darla patadas. Era horrible pero no podíamos dejar de mirar. Carlos alzó el brazo con el cuchillo y se lo clavó en el pecho. Se arrodilló a su lado y la apuñaló muchas veces, muchísimas. Bárbara había apartado la mirada y lloraba en silencio. Yo seguí observando la escena hasta que Carlos dejó de acuchillar a su mujer, se puso el abrigo y se fue. Le pedí a la profesora que me dejase ir al servicio y allí vomité recordando lo que había visto. No volvimos a jugar a eso nunca.
-Bárbara, eh , mira... -susurré a mi compañera de mesa.
-¿Qué pasa?
Señalé la ventana y ella lo vio. Bárbara y yo teníamos un juego para las clases más aburridas. Siempre nos sentábamos junto a la ventana y buscábamos gente hablando en sus casa o en la calle; entonces, inventábamos sus vidas y lo que estaban diciendo en ese momento.
-Seguro que discuten porque ella tiene un amante y él lo ha descubierto.
-Yo creo que el infiel es él... Carlos.
-Y ella... Amanda, ha leído un mensaje en su móvil -aseguré.
Amanda se sentó en una silla y empezó a llorar. Entonces vimos cómo él la golpeaba en la cara y ahogamos un grito.
-¡Bárbara, Jokarusa! -dijo la profesora- ¿Qué os pasa? ¿Tenéis algo que compartir con el resto de la clase?
-Negamos con la cabeza y seguimos mirando disimuladamente a la pareja. Amanda estaba de pie ahora, Carlos estaba cogiéndola del pelo y vociferando.
-Pobrecita... -murmuró mi amiga.
Él por fin la soltó y Amanda corrió; al instante, Carlos fue tras ella. Unos segundos después, Amanda volvió a nuestro campo visual caminando hacia atrás, aterrorizada y con un cuchillo enorme en la mano. El hombre le dio un gran puñetazo en el estómago y le arrebató el arma. Gritó algo y después la tiró al suelo. Comenzó a darla patadas. Era horrible pero no podíamos dejar de mirar. Carlos alzó el brazo con el cuchillo y se lo clavó en el pecho. Se arrodilló a su lado y la apuñaló muchas veces, muchísimas. Bárbara había apartado la mirada y lloraba en silencio. Yo seguí observando la escena hasta que Carlos dejó de acuchillar a su mujer, se puso el abrigo y se fue. Le pedí a la profesora que me dejase ir al servicio y allí vomité recordando lo que había visto. No volvimos a jugar a eso nunca.
En una celda sin comida.
Ellos me encerraron aquí, en una celda sin comida. Nunca sabré si lo querían de verdad o es lo que hacían con todos. Aquí presa me siento inútil, luchando por sobrevivir ¿para qué? ¿Qué tendré cuando salga? He estado cerca de la salida muchos días. Algunas veces, han sido mis secuestradores los que me han impedido huir, pero otras he sido yo quien, aterrada por lo que pueda haber en el exterior, he decidido quedarme dentro.
Ahora mismo estoy sentada en este mugriento suelo pensando qué debería hacer. Porque aquí estoy mal pero puede que fuera esté fatal. O peor: ¿y si salgo y todo está bien y luego me vuelven a encerrar? Creo que, en ese caso, ni siquiera intentaría volver a salir. Así que voy a seguir sentada hasta que decidan liberarme y entonces, si todo va mal, será por su culpa.
Ahora mismo estoy sentada en este mugriento suelo pensando qué debería hacer. Porque aquí estoy mal pero puede que fuera esté fatal. O peor: ¿y si salgo y todo está bien y luego me vuelven a encerrar? Creo que, en ese caso, ni siquiera intentaría volver a salir. Así que voy a seguir sentada hasta que decidan liberarme y entonces, si todo va mal, será por su culpa.
martes, 14 de junio de 2016
Desesperanzador.
La esperanza es lo último que se pierde pero ¿y si te la roban? Hay mucho ladrón en este mundo. Los ladrones perdieron su esperanza igual que perdieron su capacidad de soñar, hace mucho, mucho tiempo, por eso ahora se dedican a robar las nuestras, las de las personas con alma, con chispa, con espíritu, con magia, con sonrisas. Eso es lo que buscan cuando entran en nuestra vida desordenándolo todo... Porque todos los ladrones están muertos y todos los vivos estamos locos.
Meteorología.
Eras precipitaciones y todo tipo de formas meteorológicas, y estaciones. Tormenta eléctrica, con rayos y truenos, cuando llorabas. Nieve, helada, pero te derretías entre mis piernas. Lluvia ácida, quemabas, cuando te enfadabas y me atacabas; granizo, golpeabas con frialdad. Tornado, viento huracanado, ¡cómo lo descolocabas todo a tu paso! Y cuando te ibas, en mis ojos dejabas charcos. Eras primavera, verano, otoño, pero sobretodo invierno. Y el treinta y uno de enero la ciudad era hielo y descubrí que quererte no era unas opción sino una obligación, que nuestra relación era algo macabro, algo siniestro, algo infinitamente nuestro. Algo tóxico, algo malo, algo prohibido, algo malvado, algo asesino, algo atascado. Algo muy tú. Algo muy yo.
sábado, 4 de junio de 2016
Sólo ven.
Hace ya tanto que no te siento a mi lado que no estoy segura de que lo hayas estado alguna vez. Quizá sólo fuiste un producto de mi imaginación, puesto que no tengo fotos para recordar; aunque tengo tu rostro en mi memoria, tu voz en mi cabeza y tus promesas grabadas en mi corazón. Pero no te siento, no puedo sentirte, no recuerdo tu olor ni tu sabor, no recuerdo por qué sonreía al verte. Y lo peor de todo es que no tengo forma de preguntártelo. ¿Sabes qué es lo que más duele? Que aún sigo creyendo que me querías.
Cada centímetro de mi piel que tú tocaste me recuerda a ti, a tu tacto, y al susurro de tu corazón latiendo bajo tu pecho cálido que me tranquilizaba y ahora sólo consigue que me ponga a llorar al oírlo de nuevo en mi cabeza.
Me he dado cuenta de que aunque tú no estés conmigo yo sigo contigo y no creo que nunca pueda separarme de ti, a pesar de que ahora somos un mísero, corto y doloroso recuerdo en mi interior. Muy doloroso. De verdad, no sabes cómo duele. Me quema por dentro, me está quemando ahora mismo y ojalá pudiese apagar este fuego que tanto daño me hace pero sólo tú que puede hacerlo, sólo tú puedes salvarme de esto. Sólo tú puedes sacarme de esta tristeza eterna, sólo tú puedes cambiar las cosas. Ven, por favor. Te echo de menos. Ven, te lo suplico. Ven y sálvame. Todavía te espero; siempre te esperaré. Ven. Te necesito. Vuelve... ¡Por favor, vuelve a por mí! Sólo te necesito a ti para poder ser feliz. Dime que salte y saltaré, pero dímelo, por favor.
Es un préstamo.
Te voy a prestar mi amor, no te lo voy a dar ni regalar. No voy a hacer que luches por ello, eso ya lo hacen otros. Te lo voy a prestar hoy para que lo cuides, para que lo valores, para que sepas que mañana a lo mejor ya no lo tienes y para que quieras seguir teniéndolo. En realidad, te lo dejaré hoy y mañana y todos los días de mi vida sin que tú lo sepas. Pero recuerda: es un préstamo, no un regalo: tendrás que devolvérmelo.
miércoles, 1 de junio de 2016
Querido Amor.
Querido amor: te odio.
No puedo esconderme de ti, ¿por qué siempre me encuentras? Aquí estás otra vez... ¿Sabes? Estoy cansada de huir. Ya te he echado de mi vida muchas veces pero tú siempre vuelves como si nada hubiera pasado, y cada vez golpeas más fuerte. Vete, sólo me dejas sufrimiento con cada visita. Me lo das todo y luego me lo quitas, me destruyes sin compasión, me dejas ahí tirada como si fuese basura y esperas a que empiece a sonreír para volver a machacarme. Antes te anhelaba, cierto, pero ya no porque siempre llegas en mi mejor momento y te vas como si nada, y ya no quiero eso, ¡estoy harta! Este es el golpe definitivo, vete o quédate pero decide ya.
No puedo esconderme de ti, ¿por qué siempre me encuentras? Aquí estás otra vez... ¿Sabes? Estoy cansada de huir. Ya te he echado de mi vida muchas veces pero tú siempre vuelves como si nada hubiera pasado, y cada vez golpeas más fuerte. Vete, sólo me dejas sufrimiento con cada visita. Me lo das todo y luego me lo quitas, me destruyes sin compasión, me dejas ahí tirada como si fuese basura y esperas a que empiece a sonreír para volver a machacarme. Antes te anhelaba, cierto, pero ya no porque siempre llegas en mi mejor momento y te vas como si nada, y ya no quiero eso, ¡estoy harta! Este es el golpe definitivo, vete o quédate pero decide ya.
domingo, 22 de mayo de 2016
Querida L:
Querida amiga, fiel compañera, compañera en el viaje de la vida; querida mujer con sueños de niña. Si fuese a mí sería querida suicida; querida estúpida que no supo valorar lo que tenía cuando debía. Pero no es a mí, es a ti, querida amiga.
Mirando esta pared, oyendo poesía, he recordado aquellos días en los que nos tirábamos aquí a hablar, a reír, a besar, a crecer y a creer, y sobretodo a amar. Y me doy cuenta de que no decía lo mucho que te quería, yo tampoco sé por qué me resulta más fácil o menos difícil decírtelo ahora que no debería. Pero es igual, qué más da, el caso es que lo sepas, que más vale tarde que nunca (pero tampoco te creas que hoy voy de profunda, no vaya a ser que te o me confundas).
Me encantaba tenerte, abrazarte, cogerte y devorarte. Sabes que yo era más de hechos que de palabras y más de besos que de versos y de caricias en la cara. Pero he cambiado y esta vez, aleluya, no ha sido porque me hayan hecho daño sino todo lo contrario. La verdad es que lo agradezco porque si no a ver cómo te diría todo esto. Es que yo siempre voy al revés, ya me conoces.
¿Sabes? Nuestra historia fue distinta. A lo mejor algún día se la cuento a mis nietos. Fue intensa, fue rara, fue un poco como eres tú. No tan bonita, claro, eso sería demasiado.
Te he querido mucho, mi niña... Y por eso te escribo, porque me he acordado de ti y creo que te echo menos, aunque no sepa muy bien en qué consiste eso. Te escribo porque te quiero, querida amiga.
Mirando esta pared, oyendo poesía, he recordado aquellos días en los que nos tirábamos aquí a hablar, a reír, a besar, a crecer y a creer, y sobretodo a amar. Y me doy cuenta de que no decía lo mucho que te quería, yo tampoco sé por qué me resulta más fácil o menos difícil decírtelo ahora que no debería. Pero es igual, qué más da, el caso es que lo sepas, que más vale tarde que nunca (pero tampoco te creas que hoy voy de profunda, no vaya a ser que te o me confundas).
Me encantaba tenerte, abrazarte, cogerte y devorarte. Sabes que yo era más de hechos que de palabras y más de besos que de versos y de caricias en la cara. Pero he cambiado y esta vez, aleluya, no ha sido porque me hayan hecho daño sino todo lo contrario. La verdad es que lo agradezco porque si no a ver cómo te diría todo esto. Es que yo siempre voy al revés, ya me conoces.
¿Sabes? Nuestra historia fue distinta. A lo mejor algún día se la cuento a mis nietos. Fue intensa, fue rara, fue un poco como eres tú. No tan bonita, claro, eso sería demasiado.
Te he querido mucho, mi niña... Y por eso te escribo, porque me he acordado de ti y creo que te echo menos, aunque no sepa muy bien en qué consiste eso. Te escribo porque te quiero, querida amiga.
Sorpresa.
Había una fiesta en el pueblo la semana siguiente para celebrar el matrimonio de la hija del alcalde con el joven sheriff de la ciudad contigua. Mi amigo de toda la vida, con el que jugaba cuando éramos pequeños, fue a buscarme el sábado anterior.
-Me gustaría que me acompañaras tú, Jokarusa.
-Será un honor -sonreí.
El día acordado a las siete en punto estaba en la puerta de mi casa esperándome con un precioso ramo de flores recién cortadas. Montamos en su caballo y fuimos a la plaza. La noche fue fantástica, nos divertimos mucho. Cuando nos disponíamos a ir a casa, él tomó un rumbo distinto. Nos dirigíamos al campo.
-¿Dónde vamos? Nos hemos pasado...
-Tengo una sorpresa para ti.
Yo asentí emocionada y confié en él. Cuando nos apeamos del corcel, me tomó las manos y las puso alrededor de su cuello. Después, colocó las suyas rodeando mi cintura y me besó. Ató al animal a un árbol y nos sentamos sobre la hierba. No estaba segura de qué iba a pasar pero en ningún imaginé lo siguiente.
-¿Cuál era la sorpresa de la que me hablabas?
-Esta -susurró y me clavó su puñal en el estómago antes de que pudiera darme cuenta. De mi vientre manaba un líquido oscuro que manchaba mi vestido, y de mi boca también. Él rió y se quedó observando cómo moría ahogada en mi sangre. Luego, montó en su caballo y se fue al trote.
-Te quiero, preciosa -dijo mientras se iba.
-Me gustaría que me acompañaras tú, Jokarusa.
-Será un honor -sonreí.
El día acordado a las siete en punto estaba en la puerta de mi casa esperándome con un precioso ramo de flores recién cortadas. Montamos en su caballo y fuimos a la plaza. La noche fue fantástica, nos divertimos mucho. Cuando nos disponíamos a ir a casa, él tomó un rumbo distinto. Nos dirigíamos al campo.
-¿Dónde vamos? Nos hemos pasado...
-Tengo una sorpresa para ti.
Yo asentí emocionada y confié en él. Cuando nos apeamos del corcel, me tomó las manos y las puso alrededor de su cuello. Después, colocó las suyas rodeando mi cintura y me besó. Ató al animal a un árbol y nos sentamos sobre la hierba. No estaba segura de qué iba a pasar pero en ningún imaginé lo siguiente.
-¿Cuál era la sorpresa de la que me hablabas?
-Esta -susurró y me clavó su puñal en el estómago antes de que pudiera darme cuenta. De mi vientre manaba un líquido oscuro que manchaba mi vestido, y de mi boca también. Él rió y se quedó observando cómo moría ahogada en mi sangre. Luego, montó en su caballo y se fue al trote.
-Te quiero, preciosa -dijo mientras se iba.
Vamos a bailar.
Llevo toda la tarde asomada a la ventana... Se pone el sol realzando los ocres y naranjas del otoño, alargando las figuras, dejando un halo de luz en el cielo, haciendo salir a la noche. Se descubre la luna y en ella está tu rostro pálido y puedo ver tu cuerpo fusionándose con la oscuridad mientras bailas. De repente te acercas a mí y me dices que vaya contigo, que aún es pronto, que la noche es joven, que te lleve a bailar fuera. Yo no sé pero dices que no importa. Me insistes y finalmente cedo a tus plegarias. Con un susurro: vamos a bailar, dejo caer mi cuerpo al otro lado de la ventana. Ahora bailamos. Resulta que sí sé, pero nunca lo había intentado.
sábado, 21 de mayo de 2016
Cadáver.
Yo no debería estar aquí. No sé que estoy haciendo en esta casa de locos; tendría que estar con gente como yo. Soy demasiado para estos enfermos. ¡Ellos creen que la vida es bella! Daría lo que fuera por salir... Por favor, te ruego que me libres de las cadenas de la desesperación, estos grilletes me hacen daño, estas esposas me aprietan demasiado. Y yo cedo y me dejo llevar... porque no puedo hacer otra cosa. Si estuvieses cerca, huiría contigo, amor, pero te fuiste para no volver, dejándome aquí, pudriéndome en esta cárcel como un cuerpo hediondo después de la muerte. Tú fuiste mi muerte, amor, y ahora solo soy un cadáver.
Corazón de porcelana.
Ahora mi corazón sabe lo que es amar realmente a alguien. Amar es sufrir y desear ese sufrimiento por la persona que hace que tu vida cobre sentido. Aún sigo queriéndole, lloro cada día por él, aún me duele su ausencia, aún le extraño, aún le espero... Espero a que piense que se ha equivocado, a que vuelva a mí y me abrace, a que me bese con pasión, a que se preocupe por mí, a que todo vuelva a ser como antes.
Recuerdo el último beso, recuerdo que sabía que ese sería nuestro último beso, recuerdo su último adiós, la última vez que me amó. Dudo que mi corazón de porcelana pueda volver a amar a alguien, si lo consigue no será en igual medida que a él, no tendrá comparación... Lo que siento por él es toda una mezcla de sensaciones maravillosas: deseo, compasión, admiración...; y por desgracia, el día que rompió bruscamente mi frágil corazón, de éste afloraron otras: odio, temor, tristeza, incomprensión, frialdad, dolor, sí, sobretodo muchísimo dolor... Pero ninguno de esos sentimientos puede eclipsar el amor que me lleva hacia él. Ese amor que solo da y no recibe, y se conforma con eso aunque a veces quiera más, ese amor que ni yo misma puedo entender. Quizá debería haber escuchado a mi conciencia cuando me dijo que no me enamorase, pero mi corazón decidió ignorar tal consejo sintiendo por la persona equivocada cosas que nunca sintió ni sentirá por nadie más. ¡Maldito ignorante de porcelana! Porque este corazón está roto y ya no puede amar.
Recuerdo el último beso, recuerdo que sabía que ese sería nuestro último beso, recuerdo su último adiós, la última vez que me amó. Dudo que mi corazón de porcelana pueda volver a amar a alguien, si lo consigue no será en igual medida que a él, no tendrá comparación... Lo que siento por él es toda una mezcla de sensaciones maravillosas: deseo, compasión, admiración...; y por desgracia, el día que rompió bruscamente mi frágil corazón, de éste afloraron otras: odio, temor, tristeza, incomprensión, frialdad, dolor, sí, sobretodo muchísimo dolor... Pero ninguno de esos sentimientos puede eclipsar el amor que me lleva hacia él. Ese amor que solo da y no recibe, y se conforma con eso aunque a veces quiera más, ese amor que ni yo misma puedo entender. Quizá debería haber escuchado a mi conciencia cuando me dijo que no me enamorase, pero mi corazón decidió ignorar tal consejo sintiendo por la persona equivocada cosas que nunca sintió ni sentirá por nadie más. ¡Maldito ignorante de porcelana! Porque este corazón está roto y ya no puede amar.
Realidad.
Quiero acercarme a la realidad pero ella no puede ni asomarse a mi imaginación, ni intentarlo, ni por un momento, ni por un instante. La realidad escapa de mi mundo de ideas, de amores, de secretos, de temores, de verdades y mentiras, todas mías.
La realidad me es esquiva al roce con mis sueños mas yo pienso, yo creo, ¡maldita sea!... Creo en nosotros. En nosotros dos juntos, nosotros vivos, nosotros amándonos, nosotros solos... Nosotros: en mi imaginación. Nosotros: lejanos a la realidad, a los demás, al mundo, a la vida y a la muerte, a los miedos y al presente, ajenos a todo no que nos rodea. Sólo nosotros .
Pero llega otra vez la realidad con su violencia y me arranca de ese lugar, me arrebata la felicidad. Y ya no somos nosotros; somos tú y yo. Tú y yo por separado, tú y yo solos, tú y yo perdidos. Tú y tu vida, yo y la mía. Y ya no quiero acercarme a la realidad.
La realidad me es esquiva al roce con mis sueños mas yo pienso, yo creo, ¡maldita sea!... Creo en nosotros. En nosotros dos juntos, nosotros vivos, nosotros amándonos, nosotros solos... Nosotros: en mi imaginación. Nosotros: lejanos a la realidad, a los demás, al mundo, a la vida y a la muerte, a los miedos y al presente, ajenos a todo no que nos rodea. Sólo nosotros .
Pero llega otra vez la realidad con su violencia y me arranca de ese lugar, me arrebata la felicidad. Y ya no somos nosotros; somos tú y yo. Tú y yo por separado, tú y yo solos, tú y yo perdidos. Tú y tu vida, yo y la mía. Y ya no quiero acercarme a la realidad.
Nieve.
Piensa en una mañana fría de invierno, ha llovido durante la noche y el suelo está mojado. Las lunas de los coches están cubiertas de hielo. Andas con cuidado de no caer y a medio camino empieza a nevar. Un copo de nieve, dos, tres... Y nueva más y más. Al cabo de un rato el suelo está cubierto de nieve, todo el paisaje que ves está blanco, y no deja de nevar. Precioso, ¿verdad? Ahora fija la vista en un solo copo de nieve: cae despacio, no tiene prisa y ¿sabes por qué? Yo creo que porque no quiere morir. Su vida es sencilla, corta, efímera. Cae desde el cielo, pasa delante de las personas pero nadie se fija en él y muere chocando contra tu mano, por ejemplo. Cuando alguien está cayendo nadie se da cuenta. ¿Por qué? Porque la gente ya tiene sus problemas, porque viven con prisa, porque no merece la pena ayudar, porque no vale nada si es sólo una persona cayendo. Pero cuando choca contra su mano y sienten el frío de la muerte... ¡Ahí! Ahí vienen las lágrimas, la melancolía, la tristeza. Una vez que mueres eres importante, pero no mientras estás cayendo. Pierdes la vida, ganas importancia. Así es, al igual que los copos de nieve.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)