Querida amiga, fiel compañera, compañera en el viaje de la vida; querida mujer con sueños de niña. Si fuese a mí sería querida suicida; querida estúpida que no supo valorar lo que tenía cuando debía. Pero no es a mí, es a ti, querida amiga.
Mirando esta pared, oyendo poesía, he recordado aquellos días en los que nos tirábamos aquí a hablar, a reír, a besar, a crecer y a creer, y sobretodo a amar. Y me doy cuenta de que no decía lo mucho que te quería, yo tampoco sé por qué me resulta más fácil o menos difícil decírtelo ahora que no debería. Pero es igual, qué más da, el caso es que lo sepas, que más vale tarde que nunca (pero tampoco te creas que hoy voy de profunda, no vaya a ser que te o me confundas).
Me encantaba tenerte, abrazarte, cogerte y devorarte. Sabes que yo era más de hechos que de palabras y más de besos que de versos y de caricias en la cara. Pero he cambiado y esta vez, aleluya, no ha sido porque me hayan hecho daño sino todo lo contrario. La verdad es que lo agradezco porque si no a ver cómo te diría todo esto. Es que yo siempre voy al revés, ya me conoces.
¿Sabes? Nuestra historia fue distinta. A lo mejor algún día se la cuento a mis nietos. Fue intensa, fue rara, fue un poco como eres tú. No tan bonita, claro, eso sería demasiado.
Te he querido mucho, mi niña... Y por eso te escribo, porque me he acordado de ti y creo que te echo menos, aunque no sepa muy bien en qué consiste eso. Te escribo porque te quiero, querida amiga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario