-A veces pienso que deberías sonreír más pero luego me doy cuenta de que tu seriedad es una de las cosas que te hacen tan misterioso y que tanto me atraen. Si no fuese por esa nube de incertidumbre que te rodea, nunca me habría fijado en ti.
-¿Me estás llamando feo?
Estallé en carcajadas y él me miró con la expresión confundida.
-No, te estoy diciendo que me encantas. ¿Sabes? Creo que nunca llegaré a saberlo todo de ti.
-¿Y te parece mal?
-Sinceramente, me gusta porque así nunca dejarás de sorprenderme.
Siguió mirando el mar, en silencio, sentado junto a mí al borde del acantilado y por fin contestó:
-Yo creo que no soy tan misterioso.
-Oh, ¿me hablas en serio? Hay gente que daría lo que fuera por saber a dónde vas por la tarde o qué música escuchas o cuándo es tu cumpleaños...
-No lo creo. ¿A quién va a interesarle eso?
-A más personas de las que imaginas. La verdad es que yo tengo mucha suerte.
Me miró confundido otra vez. Como siempre, no entendía lo que decía.
-Yo sé todo eso y más -aclaré-. No encajas en ningún sitio, sólo aquí, observando el reflejo de la luna conmigo en un paisaje tan oscuro y sombrío como tú. Eres frío y distante con todos y la mayoría se pregunta por qué... Eres tan diferente, tan único... -dije mientras caminaba por el bordillo, justo al límite.
Con la mínima ráfaga de viento podría caerme... Se levantó de repente, a lo mejor sin pensarlo, me pasó un brazo alrededor de la cintura y me besó, dejándome de espaldas al vacío, volando... Pero sabía que era imposible que me cayese porque él estaba sujetándome y no había nada más seguro que sus brazos. No había nada mejor que él y su misterio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario