Era un lunes frío de enero, a las 10:30 de la mañana. Estaba en clase, escuchando un sermón sobre literatura cuando el aburrimiento me invitó a mirar por la ventana y descubrí que en uno de los apartamentos del edificio de al lado un hombre y una mujer discutían acaloradamente.
-Bárbara, eh , mira... -susurré a mi compañera de mesa.
-¿Qué pasa?
Señalé la ventana y ella lo vio. Bárbara y yo teníamos un juego para las clases más aburridas. Siempre nos sentábamos junto a la ventana y buscábamos gente hablando en sus casa o en la calle; entonces, inventábamos sus vidas y lo que estaban diciendo en ese momento.
-Seguro que discuten porque ella tiene un amante y él lo ha descubierto.
-Yo creo que el infiel es él... Carlos.
-Y ella... Amanda, ha leído un mensaje en su móvil -aseguré.
Amanda se sentó en una silla y empezó a llorar. Entonces vimos cómo él la golpeaba en la cara y ahogamos un grito.
-¡Bárbara, Jokarusa! -dijo la profesora- ¿Qué os pasa? ¿Tenéis algo que compartir con el resto de la clase?
-Negamos con la cabeza y seguimos mirando disimuladamente a la pareja. Amanda estaba de pie ahora, Carlos estaba cogiéndola del pelo y vociferando.
-Pobrecita... -murmuró mi amiga.
Él por fin la soltó y Amanda corrió; al instante, Carlos fue tras ella. Unos segundos después, Amanda volvió a nuestro campo visual caminando hacia atrás, aterrorizada y con un cuchillo enorme en la mano. El hombre le dio un gran puñetazo en el estómago y le arrebató el arma. Gritó algo y después la tiró al suelo. Comenzó a darla patadas. Era horrible pero no podíamos dejar de mirar. Carlos alzó el brazo con el cuchillo y se lo clavó en el pecho. Se arrodilló a su lado y la apuñaló muchas veces, muchísimas. Bárbara había apartado la mirada y lloraba en silencio. Yo seguí observando la escena hasta que Carlos dejó de acuchillar a su mujer, se puso el abrigo y se fue. Le pedí a la profesora que me dejase ir al servicio y allí vomité recordando lo que había visto. No volvimos a jugar a eso nunca.
domingo, 26 de junio de 2016
En una celda sin comida.
Ellos me encerraron aquí, en una celda sin comida. Nunca sabré si lo querían de verdad o es lo que hacían con todos. Aquí presa me siento inútil, luchando por sobrevivir ¿para qué? ¿Qué tendré cuando salga? He estado cerca de la salida muchos días. Algunas veces, han sido mis secuestradores los que me han impedido huir, pero otras he sido yo quien, aterrada por lo que pueda haber en el exterior, he decidido quedarme dentro.
Ahora mismo estoy sentada en este mugriento suelo pensando qué debería hacer. Porque aquí estoy mal pero puede que fuera esté fatal. O peor: ¿y si salgo y todo está bien y luego me vuelven a encerrar? Creo que, en ese caso, ni siquiera intentaría volver a salir. Así que voy a seguir sentada hasta que decidan liberarme y entonces, si todo va mal, será por su culpa.
Ahora mismo estoy sentada en este mugriento suelo pensando qué debería hacer. Porque aquí estoy mal pero puede que fuera esté fatal. O peor: ¿y si salgo y todo está bien y luego me vuelven a encerrar? Creo que, en ese caso, ni siquiera intentaría volver a salir. Así que voy a seguir sentada hasta que decidan liberarme y entonces, si todo va mal, será por su culpa.
martes, 14 de junio de 2016
Desesperanzador.
La esperanza es lo último que se pierde pero ¿y si te la roban? Hay mucho ladrón en este mundo. Los ladrones perdieron su esperanza igual que perdieron su capacidad de soñar, hace mucho, mucho tiempo, por eso ahora se dedican a robar las nuestras, las de las personas con alma, con chispa, con espíritu, con magia, con sonrisas. Eso es lo que buscan cuando entran en nuestra vida desordenándolo todo... Porque todos los ladrones están muertos y todos los vivos estamos locos.
Meteorología.
Eras precipitaciones y todo tipo de formas meteorológicas, y estaciones. Tormenta eléctrica, con rayos y truenos, cuando llorabas. Nieve, helada, pero te derretías entre mis piernas. Lluvia ácida, quemabas, cuando te enfadabas y me atacabas; granizo, golpeabas con frialdad. Tornado, viento huracanado, ¡cómo lo descolocabas todo a tu paso! Y cuando te ibas, en mis ojos dejabas charcos. Eras primavera, verano, otoño, pero sobretodo invierno. Y el treinta y uno de enero la ciudad era hielo y descubrí que quererte no era unas opción sino una obligación, que nuestra relación era algo macabro, algo siniestro, algo infinitamente nuestro. Algo tóxico, algo malo, algo prohibido, algo malvado, algo asesino, algo atascado. Algo muy tú. Algo muy yo.
sábado, 4 de junio de 2016
Sólo ven.
Hace ya tanto que no te siento a mi lado que no estoy segura de que lo hayas estado alguna vez. Quizá sólo fuiste un producto de mi imaginación, puesto que no tengo fotos para recordar; aunque tengo tu rostro en mi memoria, tu voz en mi cabeza y tus promesas grabadas en mi corazón. Pero no te siento, no puedo sentirte, no recuerdo tu olor ni tu sabor, no recuerdo por qué sonreía al verte. Y lo peor de todo es que no tengo forma de preguntártelo. ¿Sabes qué es lo que más duele? Que aún sigo creyendo que me querías.
Cada centímetro de mi piel que tú tocaste me recuerda a ti, a tu tacto, y al susurro de tu corazón latiendo bajo tu pecho cálido que me tranquilizaba y ahora sólo consigue que me ponga a llorar al oírlo de nuevo en mi cabeza.
Me he dado cuenta de que aunque tú no estés conmigo yo sigo contigo y no creo que nunca pueda separarme de ti, a pesar de que ahora somos un mísero, corto y doloroso recuerdo en mi interior. Muy doloroso. De verdad, no sabes cómo duele. Me quema por dentro, me está quemando ahora mismo y ojalá pudiese apagar este fuego que tanto daño me hace pero sólo tú que puede hacerlo, sólo tú puedes salvarme de esto. Sólo tú puedes sacarme de esta tristeza eterna, sólo tú puedes cambiar las cosas. Ven, por favor. Te echo de menos. Ven, te lo suplico. Ven y sálvame. Todavía te espero; siempre te esperaré. Ven. Te necesito. Vuelve... ¡Por favor, vuelve a por mí! Sólo te necesito a ti para poder ser feliz. Dime que salte y saltaré, pero dímelo, por favor.
Es un préstamo.
Te voy a prestar mi amor, no te lo voy a dar ni regalar. No voy a hacer que luches por ello, eso ya lo hacen otros. Te lo voy a prestar hoy para que lo cuides, para que lo valores, para que sepas que mañana a lo mejor ya no lo tienes y para que quieras seguir teniéndolo. En realidad, te lo dejaré hoy y mañana y todos los días de mi vida sin que tú lo sepas. Pero recuerda: es un préstamo, no un regalo: tendrás que devolvérmelo.
miércoles, 1 de junio de 2016
Querido Amor.
Querido amor: te odio.
No puedo esconderme de ti, ¿por qué siempre me encuentras? Aquí estás otra vez... ¿Sabes? Estoy cansada de huir. Ya te he echado de mi vida muchas veces pero tú siempre vuelves como si nada hubiera pasado, y cada vez golpeas más fuerte. Vete, sólo me dejas sufrimiento con cada visita. Me lo das todo y luego me lo quitas, me destruyes sin compasión, me dejas ahí tirada como si fuese basura y esperas a que empiece a sonreír para volver a machacarme. Antes te anhelaba, cierto, pero ya no porque siempre llegas en mi mejor momento y te vas como si nada, y ya no quiero eso, ¡estoy harta! Este es el golpe definitivo, vete o quédate pero decide ya.
No puedo esconderme de ti, ¿por qué siempre me encuentras? Aquí estás otra vez... ¿Sabes? Estoy cansada de huir. Ya te he echado de mi vida muchas veces pero tú siempre vuelves como si nada hubiera pasado, y cada vez golpeas más fuerte. Vete, sólo me dejas sufrimiento con cada visita. Me lo das todo y luego me lo quitas, me destruyes sin compasión, me dejas ahí tirada como si fuese basura y esperas a que empiece a sonreír para volver a machacarme. Antes te anhelaba, cierto, pero ya no porque siempre llegas en mi mejor momento y te vas como si nada, y ya no quiero eso, ¡estoy harta! Este es el golpe definitivo, vete o quédate pero decide ya.
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